por El Zenzontle
Miércoles, 04 de Abril de 2012
La mundialización del capital tiene en México su cúpula y su corazón al capital financiero de los grupos oligárquicos y su narco-gobernantes.
La mundialización del capital tiene en México su cúpula y su corazón al capital financiero de los grupos oligárquicos y su narco-gobernantes. Las fuerzas populares, en cambio, cuentan con segmentos organizados del pueblo quienes activan movimientos y proyectos que van desde el «mejoramiento» de las condiciones de vida y de los derechos grupales y sociales que el capitalismo les burla, hasta los que construyen poder autónomo que rompa con el sistema capitalista patriarcal y depredador de la naturaleza.
No se ha formado ningún bloque popular que apunte hacia la misma finalidad de cambio. Sin embargo, existe un conjunto de la población que, además de estar descontenta, busca, inventa, y pone a prueba formas de resistencia y rebeldía contra los poderes que nos oprimen, así sea en algunos casos negociando sólo un mejor trato que lime los filos del neoliberalismo capitalista.
La ruptura del sistema dominante cuenta en México con proyectos y fuerzas que se aglutinan para poner fin al capitalismo y a su régimen de partidos reproductores del Estado y conciliadores con el capital financiero, y para ello impulsan todas las formas de lucha. Sus estrategias y proyectos de vida social van, unos a la preparación de levantamientos populares y otros, además, a forjar el poder popular desde la construcción de autonomías, autogestión económica social y cultural, democracia participativa y directa y la utilización legítima de la autodefensa ante la impunidad, la militarización y la represión crecientes.
A estas fuerzas también se integran sectores organizados o simpatizantes de los movimientos insurgentes, pero no son las armas, ni las declaraciones de esos movimientos, las únicas que conducen a actuar organizados a los pueblos y los colectivos de lucha social. Su motivación es participar en la lucha política de otro tipo: informados y preparados para pensar decidir y actuar en la construcción y defensa de comunidades y territorios que salgan del dominio del poder institucionalizado por una vida digna y justa.
En 2012, entre fuertes golpes a la mayoría de los mexicanos a través de la llamada guerra contra las drogas y la extensión de los dominios y abusos de las transnacionales y las grandes empresas, el espacio de expresión al que se convoca a la población solamente es el del voto. Ni siquiera se les llama a intervenir en las decisiones de los procesos electorales, estos son manipulados desde los medios y las cúpulas partidistas, comprometidas en mantener bogante el negocio de empresarios y el dominio del imperio. Se convoca a la población descontenta a dedicar sus energías al triunfo de tal o cual candidato y de las coaliciones partidistas sin tener garantía que se comprometerá a frenar esa guerra, la prepotencia empresarial y la corrupción y la impunidad de los políticos y funcionarios.
El movimiento llamado por sus siglas Morena, es la expresión en turno de esas esperanzas electorales, ante el declive de los partidos que no han quitado su pie de ella y la uilizan. Es un organismo sin autonomía de sus bases, pues se ha creado para fortalecer el proyecto de AMLO y su equipo.
Ante la falta de un vínculo popular único de los descontentos, los movimientos del pueblo organizado tienen ante sí a figuras creadas bajo las reglas y estrechos espacios del sistema: los partidos, los sindicatos, organizaciones sociales con registro legal, las organizaciones no gubernamentales y algunos centros de opinión pública.
No hay para las organizaciones sociales, las comunidades y los pueblos, espacio efectivo en ese campo institucional; si lo abren algunas es por sus acciones, por su experiencia organizada, por la respuesta a amenazas y agresiones del poder o por su mística al lado de las víctimas de la opresión y el despojo. Ahí también hay personajes destacados, que no son intercambiables por los puestos políticos en partidos, candidaturas y puestos en el gobierno, aunque a muchos les ofrece el sistema un lugar en el «menú de representantes» y cargos en el sistema de dominación. Ninguno de ellos, que se sepa, ha pretendido hacerse candidato electoral de las fuerzas independientes. Ellos son otras expresiones del pueblo organizado: su «profesión» de guerrilleros, intelectuales críticos, obispos del lado de los pobres o luchadores sociales que no claudican, les da el reconocimiento social a su acompañamiento y guía del pueblo descontento, son voceros eventuales y localizados de sus anhelos de emancipación.
Se puede concluir este recuento al distinguir a esos líderes políticos y asesores que conjugan con las reglas del sistema. De ellos cabe esperar, en el mejor de los casos, que defiendan sus propuestas de reformas y negociación ante el poder real del capital financiero y sus transnacionales, pero ahora no ofrecen participación efectiva, vaya ni siquiera una verdadera lucha electoral, sólo sumarse a campaña, convocatorias y discursos por la conciliación y la serenidad al pueblo humillado y ofendido ante los personeros del crimen, la explotación y el entreguismo al imperio.
Por el contrario, en el seno del pueblo organizado, a su lado y a veces como guías, no hay una vanguardia única visible, ni se aceptaría una fuerza que decida en lugar del pueblo. Hay avanzadas colectivas y comunitarias en muchos lugares del país, que no dedican su fuerza a disputar el gobierno o los aparatos del Estado capitalista. Porque el pueblo deja de ser masa de campaña cuando se hace consciente de organizarse para cambiar de raíz a la sociedad y construir un poder popular comunitario hasta las últimas consecuencias.
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